El pasado 10 de febrero los cristianos católicos fuimos
sorprendidos por una noticia insólita e inesperada: Benedicto XVI renunció al
pontificado. Era inconcebible que un papa sabio y que ha puesto orden en
algunos cabos sueltos que había en la Iglesia dijera «me voy, ahí les dejo».
Pero estaba en su derecho y más aún estaba en los designios de Dios, porque en
la Iglesia no hay nada que no pase por la aprobación de Jesús ni del Espíritu
Santo.
La promesa del Espíritu Santo:
Varias veces les habló Jesús a los discípulos acerca de la
venida del Espíritu Santo con palabras semejantes a las del versículo octavo
del primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles:
«Accipietis virtutem, superveniente Sancto Spiritu in vos,
et eritis mihi testes et in Ierusalem et in omni Iudæa et Samaria et usque ad
ultimum terræ». (Act 1, 8). ‘Recibiréis la virtud del Espíritu Santo que
descenderá sobre vosotros y seréis mistestigos en Jerusalén, en toda la Judea
en Samaria y hasta en los extremos de la
Tierra’.
Es pues necesario que veamos en estas palabras cómo el Reino
de Dios se extiende en el espacio y en el tiempo con la asistencia del Espíritu.
Eso complementa el famoso «super hanc petram» cuando el
Señor le entregó San Pedro y en él a sus sucesores las llaves del Reino de los
cielos (Mt 16, 13-19).
Si nosotros nos entregamos a estos dos pasajes no nos
afectarán la infinidad de noticias con que los periodistas han querido desorientarnos con «sus» causas de la renuncia de Pedro en
la de Benedicto XVI.
Cuando pensé escribir estas líneas, sentí temor de que mis
argumentos fueran muy simplistas dado todo el fragor de notas acerca del
fenómeno de la renuncia del papa, y dado el hecho de que en esto de opinar soy
novato. Mientras superaba ese temor me llegó un artículo del periódico católico Religión en Libertad titulado Messori denuncia la prensa laicista quedesinforma. en él explican otro artículo un poco extenso del periodista
católico italiano Vittorio Messori titulado Esa lectura política que desfigurala Iglesia, en él, Messori retrata todos los artículos que hemos tenido que
sufrir desde el 10 de febrero pasado y que sufriremos hasta mucho después de
que el nuevo sucesor de Pedro se haya posesionado. (El nombre del periódico, los de ambos artículos y el del periodista nombrado son enlaces que se pueden clicar para mejor información
de ustedes, queridos hermanos).
Conversaba en los primeros días después de la anuncio de la renuncia con un hermano separado (y hermano
mío en la sangre), y me decía que cómo sería de impresionante el lagarteo por
ese puesto. Le recordé un dicho popular que he oído en los cinco conclaves que
me han tocado: «Quien llega al conclave como papa, sale como cardenal» y le
recordé además que es el Espiritu Santo quien elige al papa. Con algo de
violencia en su voz me espetó que lo que yo acababa de decir no está en la
Escritura.
—Mira, hermano —le dije—, ¿recuerdas la elección de San
Matías como sucesor de Judas (Act 1, 15-26); que san Pedro orando le entregó al
Señor la responsabilidad de nombrar al sucesor entre dos excelentes candidatos:
José Barsaba y Matías?
Como me asintiera por conocer el pasaje, le dije:
—Y la costumbre ha seguido.
Laus Deo Virginique Matri