domingo, 5 de julio de 2015

Por encimita

Tomado de El Colombiano 15-07-05

Que en cierto momento de la vida los mayores empecemos a mirar con ojo crítico a los que vienen detrás de nosotros, parece ser inevitable y repetitivo.
La verdad, los que creemos que los valores humanos siguen siendo la base de la sociedad, no podemos ser indiferentes ante ciertas tendencias en la generación de los jóvenes adultos que hoy tienen entre 20 y 28 años de edad, poco más o menos. Y no son todos, pero sí son muchos y son muy rendidores.
Tienen la preparación académica más alta en toda nuestra historia, dominan la tecnología, algunos hablan varios idiomas, son emprendedores, ambiciosos y, como cierto personajillo nacional que conocemos, llegaron tarde a la repartición del miedo, pero creo que tienen un problema: Quieren tenerlo todo y quieren tenerlo ya. ¿Y qué hay de malo? Nada, en realidad, si no fuera porque sus metas en la vida parecen obedecer más a la satisfacción personal y al placer que al altruismo y la trascendencia.
En la Grecia antigua el hedonismo era una doctrina filosófica predicada y practicada por dos escuelas: la cirenaica y la epicúrea.
La epicúrea enseña que la felicidad consiste en vivir en continuo placer, siempre y cuando los medios que se usen para conseguirlo no sean inconvenientes para la persona y para los demás.
La cirenaica planteaba que los deseos personales se deben satisfacer de inmediato, sin importar los intereses de los demás ni el bienestar de la comunidad. O sea, creen que todo se lo merecen y que los otros debemos soplar para que ellos pasen. En paisa diríamos que son muy merecidos, aunque no siempre merecedores.
Los cirenaicos modernos quieren tener satisfacciones inmediatas, sin que les cuesten ningún esfuerzo de su parte. Practican diversiones relacionadas con rumba, drogas, licor y sexo desmedidos. Le tienen aversión al matrimonio porque exige compromiso, aunque aceptan vivir con alguien para el disfrute y, a veces, como negocio. ¿Hijos? Ni en sueños, porque demandan tiempo, dinero y responsabilidad. Es mejor tener mascotas, que no cuestionan, aunque cuestan tanto o más.
Cuando forman pareja prefieren la unión libre (el 35 % de los matrimonios en el país optan por esta modalidad) para no tener muchas complicaciones a la hora de separarse, como si la separación fuera el objetivo. El “para siempre” es una opción descartada que no aplica solamente para las personas: el carro y el apartamento también hay que cambiarlos con frecuencia, como la pareja.
Si están en etapa improductiva, los hedonistas necesitan equipos tecnológicos de última generación, autos, viajes, empezar dos o tres carreras universitarias y especialización inmediata si terminan alguna, sin preocuparse por el costo ni por el pago. Los padres a quienes les sobra el dinero, antes que complicarse la vida, prefieren satisfacer los caprichos de sus hijos en lugar de enfrentarlos para que racionalicen sus pretensiones. Pero los padres a quienes el dinero no les sale precisamente por el grifo del lavamanos, se sienten presionados (y angustiados) para “no quedar mal” ante sus hijos y para que ellos “no queden mal” ante sus amigos. Para nada justo.
Y cuando por fin consiguen emplearse, lo que ganan es exclusivamente para su disfrute y para su consumo inmediato. Ayudar en la casa y ahorrar para el futuro tampoco se concibe. El mundo gira a sus pies, para complacerlos. Hasta que el mundo pare, porque para, y... ¡Zas!