jueves, 21 de julio de 2016

El crucifijo

¡Dejen el crucifijo donde está!
(Al oído de la Corte Constitucional)

José León Jaramillo Jaramillo

Un sustanciador le solicitó a la Corte Constitucional retirar el crucifijo de su Sala Plena, para garantizar los derechos de quienes profesan una religión diferente. La Corte, alegando que su recinto es privado y razones históricas que no comparto, negó esa petición.

Las razones para que el Crucifijo permanezca en ella son, entre otras, las siguientes:

La influencia de Cristo crucificado y la de la Biblia, en lo que debe ser nuestra justicia y lo que deben ser nuestros jueces, es indiscutible, es histórica.

El profesor Werner Goldschmidt, en su obra La ciencia de la justicia (Dikelogía), refiriéndose a la historia del juez pecaminoso ─para asegurar que es vieja─ cita a la Biblia: «El evangelio de San Juan (8, 3-11) nos relata ya un ejemplo en el famoso caso de la adultera. Nadie que haya leído alguna vez este pasaje olvida la invitación de Jesús…»; invitación que también nos recuerda el maestro Francesco Carnelluti, en su obra Las miserias del Derecho Penal: «¡Quien de vosotros esté libre de pecado que tire la primera piedra!».

Y continúa el príncipe, así: «Es necesario para sentirse dignos de castigar estar libre de pecado; solamente entonces el juez está sobre aquel que es juzgado. Y puesto que el pecado no es otra cosa que nuestro no ser aquellos que deberíamos ser, es necesario ser plenamente, sin deficiencias, sin sombras, sin lagunas; en suma, es necesario no ser partes para ser jueces… El problema del juez, el más arduo problema del derecho y del Estado, está planteado aquí con una claridad espantosa.

»Ningún hombre, si pensase en lo que es necesario para juzgar a otro hombre, aceptaría ser juez. Y, sin embargo, es necesario encontrar jueces. El drama del derecho es este. Un drama que debería estar presente a todos, de los jueces a los justiciables, en el acto en el que se celebra el proceso. El crucifijo que, gracias a Dios, en las aulas judiciales, pende todavía sobre la cabeza de los jueces y que todavía sería mejor que se hubiese puesto frente a ellos, a fin de que puedan posar con frecuencia su mirada en él, está para significar su indignidad; es, no otra cosa, la imagen de la víctima más insigne de la Justicia humana. Solo la conciencia de su indignidad puede ayudar al juez a ser menos indigno».

El crucifijo es símbolo de error judicial, injusticia, justicia, víctima, tortura, crueldad humana, muerte, vida, perdón, humildad, bondad, humanidad y recogimiento. ¿Qué otro símbolo representa mejor a la Justicia?

El juez está y tiene que estar por encima de los demás y por ello debe tener autoridad moral para juzgar. Su meta solo puede ser la grandeza de su ministerio, para lo cual es necesario que renuncie a sus ambiciones materiales o nunca la alcanzará.

Necesitamos jueces y fiscales bondadosos, elegidos por concursos ético y de méritos, ojalá como Piero Calamandrei, de quien encontré, en uno de los hermosos libros del maestro Hernando Londoño Jiménez, las siguientes palabras suyas, refiriéndose a quienes condenó: «Señor querría al morir estar seguro de que todos los hombres a quienes he condenado han muerto antes que yo, porque no puedo pensar en que dejé en las prisiones de este mundo, sufriendo penas humanas, a aquellos que fueron encerrados por orden mía. Querría señor, cuando me presente a tu juicio, encontrarlos en espíritu en el umbral para que me dijeran que saben que yo juzgué según justicia, según lo que los hombres llaman justicia. Y si con alguien, sin darme cuenta¸ he sido injusto, a el más que a otros quisiera encontrar allí, a mi lado, para pedirle perdón y decirle que ni una vez al juzgar, olvidé que era una pobre criatura humana esclava del error, que ni una sola vez al condenar, pude reprimir la turbación de la conciencia, temblando ante una función que, en última instancia, puede ser solamente tuya, Señor».

Jurídicamente el crucifijo no afecta la laicidad del Estado, como lo demostró plenamente el Tribunal Constitucional del Perú (Exp. n.° 06111-2009-PA/TC Lima norte/ Jorge Manuel/ Linares Bustamante).

Ni que fuéramos el Estado Islámico para destruir 2.000 años de historia humanística y religiosa.

Son los mercaderes quienes deben salir del Palacio de la Justicia; no el crucifijo, insignia de justicia, que forma parte integrante de la historia judicial del país