Ernesto Blandón ReyDocente del Colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana
—La paz, con vosotros —escucharon los discípulos de Jesús aquella tarde.
La
noticia de su resurrección los tenía muy inquietos, pero el saludo los conmovió,
era la forma de llagar cuando se movía entre ellos. Les había dado lo que tanto
buscaban, la experiencia de una novedad extraña pero radicalmente necesaria, el
encuentro con él los había convocado y unido, era el milagro. La paz era la
respuesta a la pesadumbre de la vida y el desespero para enfrentarla, su
presencia generaba una actitud diferente; de solitarios, al encuentro con los
otros les había dado a comprender el mandamiento que tanto repetía: «amaos como
yo os he amado». Su trágica partida, ante el anuncio de la resurrección, garantía
de su presencia, les devolvía la esperanza. La paz fue el precio de su entrega
por eso podían comunicarse, el fruto el encuentro con los
otros
—Como mi Padre me envió, también yo os envío a vosotros.
Obviamente que tales palabras los ha sorprendido. Primero el saludo, luego el
envío a hacer lo mismo que él; el perdón que se había dado en la acogida que
Jesús le había hecho, sellada por el Espíritu Santo les inquietaba y animaba a
salir acompañándolo en su misión salvífica. Verlo resucitado era la garantía de
la misión que les encomendaba:
—A quienes perdonéis los pecados les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis le quedan retenidos.
Ver a Jesús resucitado era la confirmación de la victoria
sobre la muerte, de la que les hacía partícipe en el abrazo de la paz; era lo
que iban a llevar, no al estilo del mundo, sino en la entrega que había hecho y
de la que les hacía partícipes. En la cruz habían contemplado sus llagas y en
ellas quedaron los dolores de cada uno sepultados, así era Jesús; amaba hasta el
extremo sin dejar nada para sí.
Vivamos estos días viviendo del amor que se nos entrega en
la muerte y resurrección de Cristo, En él somos nos movemos y existimos; por él
nuestras vidas se pueden ofrecer en la generosidad que lo ha hecho con nosotros
y la paz que nos da es inagotable pues su amor es eterno
Hagamos de este «Saludito» una cadena de
oración por quienes padecen un sufrimiento. Algunos destinatarios, han dado a
conocer necesidades apremiantes que ponemos en las manos de Dios para que los
llene de fortaleza, anime y si es su voluntad sean curados de sus
enfermedades.
El rezo de mil Padrenuestros por la salud de los que padecen cáncer, tú rezas sólo
uno y pasas el mensaje a otros para que sigamos rezando. Pásalo,
por favor. —Petición de nuestro amigo Ángel Santacoloma Luis
Alfonso
Un
abrazo
PAZ y BIEN en el Señor
Jesús.
Ernesto B. / Docente del Colegio de
la UPB
Comparto con ustedes mi poemario TE VI PASAR
que se encuentra en las librerías de los Paulinos
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