lunes, 8 de abril de 2013

Saludito dominical 183


Ernesto Blandón ReyDocente del Colegio de la Universidad Pontificia Bolivariana
—La paz, con vosotros —escucharon los discípulos de Jesús aquella tarde. 
La noticia de su resurrección los tenía muy inquietos, pero el saludo los conmovió, era la forma de llagar cuando se movía entre ellos. Les había dado lo que tanto buscaban, la experiencia de una novedad extraña pero radicalmente necesaria, el encuentro con él los había convocado y unido, era el milagro. La paz era la respuesta a la pesadumbre de la vida y el desespero para enfrentarla, su presencia generaba una actitud diferente; de solitarios, al encuentro con los otros les había dado a comprender el mandamiento que tanto repetía: «amaos como yo os he amado». Su trágica partida, ante el anuncio de la resurrección, garantía de su presencia, les devolvía la esperanza. La paz fue el precio de su entrega por eso podían comunicarse, el fruto el encuentro con los otros
—Como mi Padre me envió, también yo os envío a vosotros. 
Obviamente que tales palabras los ha sorprendido. Primero el saludo, luego el envío a hacer lo mismo que él; el perdón que se había dado en la acogida que Jesús le había hecho, sellada por el Espíritu Santo les inquietaba y animaba a salir acompañándolo en su misión salvífica. Verlo resucitado era la garantía de la misión que les encomendaba: 
—A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis le quedan retenidos.
Ver a Jesús resucitado era la confirmación de la victoria sobre la muerte, de la que les hacía partícipe en el abrazo de la paz; era lo que iban a llevar, no al estilo del mundo, sino en la entrega que había hecho y de la que les hacía partícipes. En la cruz habían contemplado sus llagas y en ellas quedaron los dolores de cada uno sepultados, así era Jesús; amaba hasta el extremo sin dejar nada para sí.
Vivamos estos días viviendo del amor que se nos entrega en la muerte y resurrección de Cristo, En él somos nos movemos y existimos; por él nuestras vidas se pueden ofrecer en la generosidad que lo ha hecho con nosotros y la paz que nos da es inagotable pues su amor es eterno
Hagamos de este «Saludito» una cadena de oración por quienes padecen un sufrimiento. Algunos destinatarios, han dado a conocer necesidades apremiantes que ponemos en las manos de Dios para que los llene de fortaleza, anime y si es su voluntad sean curados de sus enfermedades.
El rezo de mil Padrenuestros por la salud de los que padecen cáncer, tú rezas sólo uno y pasas el mensaje a otros para que sigamos rezando. Pásalo, por favor. —Petición de nuestro amigo Ángel Santacoloma Luis Alfonso
Un abrazo
PAZ y BIEN en el Señor Jesús.
Ernesto B. / Docente del Colegio de la UPB
Comparto con ustedes mi poemario TE VI PASAR que se encuentra en las librerías de los Paulinos 

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