domingo, 24 de agosto de 2014

Amar a Dios sobre todas las cosas

A veces se nos hace difícil esta consigna: Amar a Dios sobre todas las cosas, aun por encima de nuestros mayores afectos, nuestros padres, nuestro cónyuge, nuestros hijos,  nuestros amigos...1.

Nos parece radical y excluyente, este amor que Dios nos reclama. Y hasta nos hace tambalear.

Pero es un problema de entender bien:

Cuando le avisan al Señor:

—Allí están tu madre y tus hermanos...

Él contesta...

Tomado de Ramón Viloria
—Mi madre y mi hermanos... Es aquel que oye mi palabra y la practica2.

También suena duro, pero allí el Señor no está más que mostrándonos un camino cierto.

María es «... la que oye, guarda y medita en su corazón la palabra de su hijo»3, y sin duda la pone en práctica.

Jesús reconoce en María una maternidad no solo física, sino del corazón, y nos la pone como el más alto ejemplo de cómo hay que amarlo, y de cómo llegaremos a ser sus verdaderos hermanos.

Dios nos pide un amor absoluto, porque Él es el Amor Absoluto, y amándolo a Él por encima de todo, llegaremos a tener el amor prefecto con que amar a nuestros hermanos, cónyuges, amigos, etc.

A qué temer, entonces, con este requerimiento, que mucho más que exigencia es verdadera misericordia, de un Dios que nos quiere bien, y nos quiere plenificar a todos en su Amor.

Qué grande es Nuestro Padre.

Alabémosle una vez más, por todo esto que nos pide y nos enseña.
Amemos sin reservas «Al Amor de los Amores», y aprenderemos a amar bien a nuestros amores.

En Jesús, María y José.
Raúl Clavijo.

1 Mt 22, 36-38.
2 Mt 12, 46-50.
3. Lc 2, 51.