viernes, 2 de agosto de 2013

Bergoglio, la Mano de Dios

Autor: Rubén Darío Barrientos
1. de agosto de 2013
Tomado de El mundo, Medellín (13-08-01).
Descripción: http://www.elmundo.com/images/fotosinternas/110311080330RUBEN%20DARIO%20BARRIENTOS.jpg
En Argentina dicen que los ídolos de leyenda, son Gardel, Maradona y Evita Perón. Pero el papa Bergoglio, ya ha irrumpido triunfante en esa lista exclusiva e infinita de la grandiosidad. Y si a Maradona lo conocen en el mundo como la Mano de Dios (Partido Argentina-Inglaterra, cuartos de final, Copa Mundial de Fútbol 1986, estadio Azteca de México, 22 de junio, gol empujado con la mano izquierda por Diego Armando, minuto 6.° del segundo tiempo) ese apelativo se lo va a pulverizar rapidito el papa Jorge Bergoglio al inmortal futbolista argentino, recién operado de una insuficiencia visual por presbicia.

Con un estilo fiel al Evangelio, que les da protagonismo a los más necesitados, sus palabras son sencillas, directas, afables y cargadas de un aluvión de fe. Ya lo dijo: «Quiero una iglesia pobre y para los pobres». No podemos perder de vista que Bergoglio proviene de la Compañía de Jesús, estudiosa de las raíces teológicas. El papa abre los brazos, como significando inclusión, despunta frases cortas y convence. Fue portada en Time y los libros que recogen su biografía se han agotado en muchísimos países. El 23 de junio, hablaron en España del «efecto Bergoglio» de sus primeros cien días de pontificado.

Su cuenta Twitter rebasó los siete millones de seguidores, confirmando que es un fenómeno de comunicación de todos los tiempos. El Papa se agiganta en América Latina por su humildad. No en vano renunció a vivir en el suntuoso apartamento pontificio. Así mismo, ha preferido el blanco de la sotana. Su anillo del pescador es de plata y no de oro como vitaliciamente pareciera ser; porta un crucifijo de hierro (el mismo que trae desde su arzobispado en Argentina); sus zapatos negros reemplazaron los mocasines rojos de marca y sus medias son negras y no blancas.

Cabeza visible de 1.200 millones de católicos en el mundo, acaba de concluir con un sonoro éxito las jornadas mundiales de la juventud en Brasil. Desprendido de la vida, prefirió el riesgo del contacto con la gente, sacrificando seguridad y blindaje, rodeado de millones de personas y ensordecido con los vítores lanzados. Quiere andar por las calles de Roma para «no estar enjaulado», según lo ha predicado, urge hacer una profunda teología de la mujer, no ceja en su empeño por buscar que los jóvenes se acerquen a Dios y ha enfrentado los escándalos vaticanos con vehemencia.

Ha disparado la religiosidad en muchos países y en Argentina, por ejemplo, los indicadores pasaron del 72 % al 84 %. A sus 76 años, parece un pipiolo que quiere ser y parecer, amén de romper protocolos y evangelizar con fervor y entusiasmo. Ya ha salido sin estola al balcón pontificio y su ola de ilusión despierta furor porque sus frases se deslizan con limpieza y quieren cambiar al mundo. Es caudillo, aún sin publicar documentos relevantes: meramente lo es, con sus palabras como salidas de la Mano de Dios.

Su nombre Francisco es un homenaje a quien exhorta con el ejemplo. Utiliza un sillón de madera tapizada (no un mueble de oro) y ora muchas veces tendido en el suelo. El jesuita pamplonés José Enrique Ruiz dijo algo preocupante: «Si el Papa sigue cambiando tantas cosas, lo pueden matar». Yo no había pensado en eso, pero hay mafias de la corrupción y del abuso de poder que podrían conspirar. Dios guarde a Bergoglio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario