Me odian los dos sacerdotes con los que he venido a Lourdes. Habían escogido un hotel a escasos cincuenta metros de la gruta para no tener que andar.
Después de rezar por la mañana y celebrar la Misa en la capilla de San José, me he dicho: «Voy a conocer la Comunidad del Cenáculo» (Para quien no conozca la Comunidad del Cenáculo, se dedica a liberar a personas de sus adicciones, conozco a uno que pasó unos años allí y le dije que vendría y a ver si un chaval de mi parroquia se decide a venir).
Pensaba venir solo pero dijeron:
—Te acompañamos.
Y nos pusimos a andar a las doce de la mañana, con un calor húmedo y pegajoso, todo el rato cuesta arriba desde las 12 hasta las 14 (ida y vuelta). Desde entonces me hablan poco y me miran mal. La verdad es que venían a descansar y nos hemos pasado el día andando. Es normal que me odien…, un poquito.
«Haced lo que él os diga».
Siguiendo las palabras de María no tendremos miedo de seguir a Cristo con radicalidad evangélica, y esas raíces tienen forma de cruz.
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